“El lenguaje literario que utiliza el escritor para
escribir un poema o una novela, o un ensayo,
constituye un sistema simbólico convencional […]
El cine, al contrario, es un sistema de signos no simbólicos,
de signos vivos, de signos-objetos…
El lenguaje cinematográfico no expresa, pues, la realidad
a través de un cierto número de signos lingüísticos,
sino a través de la propia realidad”
Pier Paolo Pasolini, 1970
La obra de Pasolini incluye poesía, narrativa, dramaturgia, ensayos y por supuesto una vasta y reconocida obra cinematográfica. De nacionalidad Italiana, egresado de la Facultad de Literatura de la Universidad de Boloña (1939) fue testigo de los horrores de la guerra de ocupación nazi fascista. Pasolini pasó parte de su adolescencia en la República Social Italiana, llamada por muchos historiadores la “República de Saló” o “República Social Fascista de Saló” Estado creado por Mussolini (1943 -1945).
En el filme 120
jornadas de Sodoma o la escuela del libertinaje del Marqués de Sade (1785) Narra como
un duque, un obispo, un juez y un banquero secuestran a un grupo de jóvenes
(hombres y mujeres) y los usan para realizar con ellos todas sus fantasías
libertinas durante 120 días en un castillo, estableciendo un sistema anárquico,
mediante el cual ejercen control sobre sus cuerpos.
Pasolini transpone la novela de Sade a la Italia de Mussolini y crea el
filme Saló, un filme sobre el fascismo y una alegoría de la sociedad de
consumo: una serie de metáforas de lo que el poder hace del cuerpo humano, su
mercantilización y su reducción a una cosa.
Los
cuatro autores intelectuales de la captura de las víctimas y diseño del reglamento dentro del castillo
(totalitario y anárquico) son los cuatro protagonistas: el duque (poder
político), el obispo (poder eclesiástico), el magistrado (poder judicial), el presidente (poder ejecutivo).
(Cualquier parecido con la realidad, no, no es mera coincidencia)
“Nada es más anárquico que el poder. El poder hace lo que quiere y lo que quiere es totalmente arbitrario o dictado por sus necesidades económicas que escapan a la lógica común” Pasolini 1975
La estructura del filme hace
alusión a la estructura de la Divina Comedia de Dante ya que propone una
división formal en cinco círculos concéntricos que representan el descenso a
los infiernos:
Antesala del infierno
Captura de las víctimas y lectura del reglamento mediante el cual se establecen las normas que les harán posible a los personajes principales, la manipulación de los cuerpos de los jóvenes, su degradación y reducción a fetiches.
Pasiones simples que
representan metáforas del ejercicio del poder, sometiendo cuerpos por medio de
actos violentos.
“Es un poder que manipula
los cuerpos de un modo horrible, no
tiene nada que envidiar a la manipulación de Himmler o Hitler” (Pasolini, 1975)
Círculo de la mierda
Pasiones complejas instruidas por los valores alienantes y
falsos: los valores del consumo.
“[en la sociedad de consumo]
los productores fuerzan a los consumidores a comer mierda… dan cosas
adulteradas, malas… los quesos robiola, los quesitos para bebé… son todas cosas
horribles que son mierda” (Pasolini, 1975)
Círculo de la sangre
Pasiones criminales, el fin
del descenso a los infiernos, una representación de las partes más oscuras del
ser humano.
Esta última parte del filme es particularmente terrible ya que al final de los círculos, se pueden ver una serie de escenas en las que
se muestran torturas a los cuerpos de jóvenes, y haciendo
uso de un montaje que acentúa el punto de vista subjetivo de los libertinos pero,
a la vez, corresponden al punto de vista del espectador como testigo presencial.
Pasolini hace uso de una “cámara subjetiva” de los libertinos la cual personaliza mediante el uso de una máscara que simula unos binoculares, que observan detalladamente la acción, haciéndonos partícipes de las atrocidades acaecidas en este último círculo.
En estas escenas, Pasolini
usa el silencio para acentuar la distancia que, a su vez, acentúa el
sentimiento de impotencia ante dichos acontecimientos violentos. El espectador
no puede más que observar alejado,
inmóvil y en silencio los hechos que transcurren uno a uno ante sus ojos.
Pasolini
produce un nuevo sentido estético respecto a un hecho real acaecido anteriormente (la
existencia de una República Fascista de Saló) al elaborar un discurso poético
que se constituye en intercambio con el texto de Sade, con base en el montaje
de imágenes que devienen en acciones.
A
Pasolini se le atribuye el darle importancia a la acción como lenguaje de la
realidad y en Saló el lenguaje fundamental es el de los signos de lo corpóreo,
lenguaje que cualquier persona comprende sin mayor problema ya que es
usado cotidianamente.
Si en Saló somos capaces de reconocernos
mediante imágenes, a través de signos inmersos en un lenguaje de lo
corpóreo, la empatía es ineludible tanto en el papel de víctimas, como
victimarios, aunque sea en silencio y a distancia.
Sí por definición la
semiología estudia los signos en la vida social y el cine utiliza estos mismos
signos para su construcción, es válido decir que: la
semiología del cine es una semiología total de la realidad.
¡Cuánta
alegría en este furor por comprender,
en
este expresarse que saca a la luz,
como
materia empírea,
nuestra
confusión, que en castas superficies
extiende
nuestros ofuscados afectos!
La
claridad que enciende en ellas
las
formas internas, las vuelve objetos nuevos,
verdaderos
objetos, y no cuenta, sino que es coraje,
aunque
delirante, que en ellos se refleje
la
vergüenza del hombre que del Hombre
hace
salario, la vergüenza del hombre
más
reciente. De este hombre que con sabio
calor
ve subir claramente,
en
las horribles losas la figura
de
sí mismo, su culpa, su
historia.
Ve reducidas a la oscura furia
del
sexo las exaltantes represiones
de
la Iglesia, y desnuda, con la pura
claridad
del arte, la prístina razón
liberal;
ve celebrada
con
brillantes figuraciones
la
decadencia de la débil burguesía
ávida
aún en su miope
remordimiento
y en su cinismo
Pero
qué profunda y tranquila alegría
comprender
también el mal, qué infinito
regocijo,
qué púdica fiesta
en
la pasional sed de claridad,
en
la inteligencia que, completa, certifica
nuestra
historia en nuestra impureza.
(Fragmento
VII del poema Picasso 1957, Pier Paolo Pasolini en la colección “Le cenere di
Gramsci)